martes, 9 de agosto de 2016

Las pasiones y la deformación moral dentro de la obra dramática "Las Meninas" de Antonio Buero Vallejo

Lucía Andreina Parra Mendoza

            El texto dramático “Las Meninas” de Antonio Buero Vallejo, presentada al público en 1960, surge como una recreación del cuadro del español Diego Velázquez, pintor de cámara del Rey Felipe IV. Desde la dialogicidad entre discurso pictórico y discurso dramático, el de Buero Vallejo se presenta a manera de drama histórico recreado a partir de la circunstancia histórica del momento. Tal como se ha referido por distintos autores, el cuadro de Velázquez surge dentro de una realidad histórica de la España del siglo XVII, donde los personajes representados en la escena del cuadro son parte fundamental del contexto de la época, elemento que sin duda es tomado por el dramaturgo Buero Vallejo para crear su obra dramática, lo que nos permite introducir el texto dentro de una formación social en un momento histórico determinado, aspecto fundamental a considerar en el estudio de la obra dramática de la manera como lo apunta Fernando del Toro en su texto Semiótica del Teatro.

            En el texto de Buero Vallejo se da vida a los personajes representados en el cuadro, la configuración de las acciones recrean el drama de la vida del pintor y el conflicto que se presenta alrededor de distintos elementos que formaron parte de la realidad histórica de la España del siglo XVII durante el reinado de Felipe IV. No obstante, además de los personajes y las circunstancias históricas del momento, se introducen también otros personajes que dan vida al drama, creando así la verdad literaria del discurso dramático.

            En todo caso, el texto dramático se mueve entre la verdad histórica y la verosimilitud, y ello se deja ver desde el inicio a través del personaje Martín “¿No conocen la historia? Yo finjo muchas pero esta pudo ser verdadera. ¿Quién dice que no?”. De esta manera, el constructo literario del texto dramático recrea la historia de los personajes representados en la escena mediante quienes se construye una realidad literaria en función de la cotidianidad en la vida del Palacio.

            En “Las Meninas” de Buero Vallejo se muestran distintos caracteres en los personajes a través de sus acciones, los cuales permiten establecer relaciones de significación desde donde adquiere sentido la historia; las marcas o huellas del discurso producidas mediante personajes, diálogos, acotaciones, entre otros, se insertan en el texto dramático haciendo posible estudiar la significancia producida más allá de lo aparente; y es a partir de dichos elementos que nos interesa indagar el texto, donde el hecho literario refleja diversas temáticas mediante las cuales se hace posible abordar la obra.

            Cabe destacar que siendo este un drama histórico, las acciones de los personajes dan cuenta de la realidad de su momento histórico que surge como intencionalidad al poner de relieve dichas acciones desde la obra dramática. Por lo tanto, nos interesa destacar aquí uno de los temas que se configuran mediante las  acciones de los personajes, como lo es el desborde de las pasiones, entendidas éstas en tanto acciones humanas que generan conflictos en la vida de los personajes, como lo vemos por ejemplo a través de Doña Juana Pacheco, esposa de Diego Velázquez, quien movida por los celos traiciona a su marido, dejándose llevar por la manipulación de sus enemigos, específicamente Don José Nieto, primo del pintor, quien llevado por la envidia ha sido capaz de denunciar a su pariente ante el Rey y el poder de la Iglesia revelando la existencia del un cuadro prohibido (La Venus desnuda) que Doña Juana le muestra de manera confidencial en medio de su desespero y el temor por causa de los celos hacia su marido.

            Al mismo tiempo, mediante estas acciones se evidencian también otras acciones que son llevadas a cabo por personajes mucho más ligados a la familia cortesana, personajes que aún cuando deberían tener una rectitud moral dentro del Palacio muestran por el contrario los defectos de la Corte, con lo cual se desmitifica la imagen de dichos personajes en quienes se evidencia una falsa moral: Doña Marcela de Ulloa, caracteriza la doblez moral tal como lo ha referido Diego Velázquez ante las insinuaciones que ésta le hace, lo que supone un enjuiciamiento hacia la rectitud moral que Doña Marcela debería tener puesto que tiene a cargo el cuidado de las doncellas de la Corte; por su parte, Angelo Nardi, el otro pintor de cámara, muestra también envidia hacia Velázquez por su pintura, y forma parte de quienes le denuncian ante el Rey; asimismo, El Marqués, quien como ha referido la infanta María Teresa se enriquece a costa del hambre del país; el rey Felipe IV quien descuida su oficio por deleitarse con placeres eróticos, siendo infiel a su esposa ha dado en tener más de treinta hijos naturales.

            De tal manera, los distintos elementos que se presentan a través de las actitudes de los personajes: celos, envidia, manipulación, insidia, traición, venganza, hipocresía; son solo algunos de los aspectos que constituyen la deformación moral dentro del Palacio. Surge la obra dramática como una profunda crítica que pone en evidencia la decadencia moral reflejada a partir de ciertos personajes dentro de la vida palatina.

            Cabe destacar que uno de los conflictos del drama se presenta a partir de la pintura creada por Velázquez (La Venus desnuda), sin dejar de lado el motivo histórico que da vida a la obra, el conflicto presentado alrededor del cuadro famoso “Las Meninas”. De este modo, el referido cuadro de la Venus se recrea como metáfora de mostrar la verdad desnuda del Palacio, es la simbolización del compromiso del personaje con la verdad como parte de su oficio de pintor. Crear el cuadro prohibido se deja ver en tanto acto de rebeldía del pintor ante las injusticias de la Corte, lo cual se muestra como el sentido profundo que se quiere mostrar a través de su cuadro “Las Meninas”, puesto que el mismo guarda, según Velázquez “una de las verdades de Palacio”.

            No obstante, dentro del drama y en relación al conflicto amoroso, el cuadro de la Venus así como el referido viaje del pintor a Italia son elementos que despiertan celos en Doña Juana, siendo éste uno de los temas que se entrelazan para dar vida al drama. Doña Juana piensa que su marido le ha sido infiel con otra mujer, ella se siente desplazada ante las constantes ocupaciones de su marido respecto a la pintura, y más aún, al saber que el cuadro que esconde es el de una mujer desnuda.

            Los celos se presentan en Doña Juana como un temor de perder el objeto amado, ella no hace más que estar pendiente de los movimientos de su marido, la hacen asumir una actitud de sentirse desplazada y vieja “por eso soy más vieja. Las demás aún te miran en la Corte; me consta. Y yo soy... una abuela pendiente de sus nietos”. “Los celos, en ese sentido, pueden ser tanto un desamparo y un sufrimiento como un temor y una angustia”, y donde “el temor de perder el objeto no se comprende aquí más que por la presencia de un  rival potencial o imaginario” (Greimas y Fontanille; 2002: 159). Es de hacer notar que dentro del drama los celos sentidos por Doña Juana son solo celos infundados, puesto que de hecho es Diego Velázquez el personaje que muestra mayor rectitud moral, siendo incapaz de serle infiel a su esposa con alguna otra mujer de la Corte aún cuando, como lo muestra el texto, haya quien se le insinuara.  

            No obstante, Doña Juana actúa en función de su desesperación, ocasión que es aprovechada por Don José Nieto Velázquez, primo del pintor para manipularla e inducirla a mostrarle la pintura, cosa que le había sido prohibida por su marido por tratarse del cuadro con el referido motivo, ya que bien sabía el pintor que estaba prohibido para crearse dentro de la Corte. Es así como a partir de la acción de Doña Juana se desencadenan otras acciones que revelan los caracteres humanos y evidencian la deformación moral de los personajes de la Corte.

            Don José Nieto es movido por la envidia que siente hacia su primo, aunque frente a él y su esposa simule tenerle afecto. Por su parte, Velázquez no le tiene confianza, pues no le ha parecido bien que su primo haya pedido el puesto de aposentador cuando ya él lo había solicitado; acción que muestra el deseo del personaje Nieto por estar en el lugar de Velázquez y que en el transcurrir del drama lo conduce a acusarle frente al Rey por el cuadro que le muestra Doña Juana. La envidia en este sentido es otra de las pasiones presentes en el drama, se inserta como un “sentimiento de tristeza, de irritación o de odio que nos anima contra quien posee un bien que nosotros no tenemos” (Greimas y Fontanille; 2002: 163). Dicho sentimiento se representa en el personaje Nieto y en Angelo Nardi, adquiriendo una profunda carga significante al final del drama cuando Velázquez manifiesta querer pintar a Nieto en su cuadro famoso, donde se alude a éste lleno de rencor por no haber logrado que el poder del Rey castigara al pintor como deseo suyo a causa de su envidia.

            Si bien estas acciones en función de los celos y la envidia se muestran en tanto acciones pasionales de la obra dramática a partir de algunos personajes, en otros, tanto estas como otras acciones  se representan con la intencionalidad de poner en evidencia la deformación moral de personajes pertenecientes a la Corte española, tal como se muestra en Doña Marcela de Ulloa, El Marqués y el mismo Rey Felipe IV, lo que intenta ser una profunda crítica a la realidad histórica y política del momento. Siendo Diego Velázquez a través de sus acciones quien nos muestre las actitudes de deshonra y falsa moral que mediante el protocolo y la etiqueta quieren esconder aquellos que se “honran” de ser “personas de respeto”.

            En Doña Marcela de Ulloa se denuncia lo que Velázquez ha llamado la doblez moral, pues éste personaje, siendo la encargada de guardar la doncellez de las infantas “no quiere guardarse ella” como lo refiere la infanta Doña María Teresa, pues continuamente se mantiene vigilando a Velázquez, lo persigue, se le insinúa. A lo que Velázquez ha dicho: -Señora: vuestra severidad es proverbial en Palacio. De todas las dueñas de la reina nuestra señora, la más intransigente con las conciencias ajenas sois vos. ¿Cómo podríais vos, tan impecable, abandonaros al mayor de los pecados? No puedo creerlo”. Indicando aquí que el mayor pecado es el de la hipocresía, el de mostrar una cara frente a la Corte, mientras que por otra parte se insinúa en la búsqueda de placeres deleitosos queriendo para ello envolver a Velázquez. Por su parte, en tanto éste le desprecia ella le hace una advertencia, especie de amenaza “Guardaos de una mujer despechada”, frase ésta que adquiere sentido tanto en la acción de Doña Juana anteriormente referida, así como en la venganza tomada por Doña Marcela al calumniar a Velázquez y la infanta María Teresa frente al Rey en razón de su despecho por causa de los celos, el rencor y la desesperación ante el rechazo de Velázquez.

            Por su parte, ante las injurias que Doña Marcela ha hecho de su persona, la infanta María Teresa  ha evidenciado que es Doña Marcela quien habla desde la lengua de la experiencia, a partir de sus turbios pensamientos, del pecado; el pecado de perseguir continuamente a Velázquez, tal como ella en ocasiones la ha observado en Palacio; siendo esa otra de las pruebas de su falsa moral, de su hipocresía ante la Corte.  

            Don José Nieto representa también la doblez moral: éste hace insinuaciones a Velázquez simulando que son otros enemigos quienes le van a acusar, es la hipocresía frente a su pariente para luego llevar insidias al Rey junto a Nardi y El Marqués. Por otra parte, Velázquez hace ver que Nieto posee lascivia en su mente ¡Porque no sois limpio Nieto! ¡Sois de los que no se casan pero tampoco entran en religión! Velázquez deja en evidencia a Don José Nieto a quien le acusa de tener lascivia en su mirada y no su Venus quien la posee. A partir de esto, Velázquez deja ver que Nieto ha sido víctima de su propio celo, en su afán por ser fiel a las leyes de la Corte a dado pie a que Don Diego demuestre que es él mismo quien posee el pecado. Velázquez cuestiona la moral de las personas del Palacio, él posee una rectitud moral y constantemente da a entender que personas como Doña Marcela, el Marqués y su primo Nieto no la poseen. Velázquez representa la persona más honrada del palacio y es quien deja al descubierto los errores y deshonras de las personas más “ilustres” de la Corte.

            Desde distintas imágenes metafóricas de la obra dramática se representan aspectos de la decadencia moral de las personas del Palacio; El Rey, al ubicarse en el sueño en el mismo lugar de Nicolasillo Pertusato, es ésta la simbolización de su deformación como figura ejemplar, es la desmitificación de la figura del Rey, pues con los enanos se representa la deformación moral de la época. A partir de cada una de sus acciones, Velázquez refleja la realidad decadente de la España de esos años, donde solo mediante Pedro Briones se muestra la conciencia, pues es este personaje el único que aún estando casi ciego es capaz de comprenderle ante lo que ha querido representar en el cuadro. Este personaje es capaz de ver la tristeza de España dentro del cuadro como contenido profundo e intencional de su pintura.

            En este sentido, la muerte de Pedro significa la muerte de la conciencia, del único ser capaz de ver en medio la oscuridad del Palacio, pues Pedro Briones, además, representa las injusticias hechas al pueblo desde la Corte. Por lo tanto, supone una especie de catarsis para el personaje, pues este era la conciencia  de Velázquez, el otro en quien se podía reconocer y quien era capaz de comprenderle. De esta manera, Velázquez considera que ya no hay motivo para seguir callando.

Velázquez:- Es una elección, señor. De un lado, la mentira una vez más. Una mentira tentadora: solo puede traerme beneficios. Del otro, la verdad. Una verdad peligrosa que ya no remedia nada... Si viviera Pedro Briones me repetiría lo que me dijo antes de venir aquí: mentid si es menester. Vos debéis pintar. Pero él ha muerto. (Se le quiebra la voz). El ha muerto. ¿Qué valen nuestras cautelas ante esa muerte? ¿Qué puedo hacer yo para ser digno de él, si él ha dado su vida? Ya no podría mentir aunque deba mentir. Ese pobre muerto me lo impide... Yo le ofrezco mi verdad estéril. ¡La verdad, señor, de mi profunda, de mi irremediable rebeldía! 

(...)

Velázquez: - Ya no, señor. El hambre crece, el dolor crece, el aire se envenena y ya no tolera la verdad que tiene que esconderse como mi Venus porque está desnuda. Mas yo he de decirla. Estamos viviendo de mentiras o de silencios. Yo he vivido de silencios, pero me niego a mentir.

            A partir de estas acciones, Velázquez decide decir libremente su verdad, guardada desde siempre con lo cual se busca librar al pueblo de tantas injusticias que nadie se atreve a decir o que simplemente nadie advierte por ser seres condenados a la oscuridad, a la ignorancia, a vivir de las mentiras o de los silencios. Frente a esto, el drama nos muestra la profunda significancia que adquiere el personaje de la infanta María Teresa, quien estando a lo largo del drama en la búsqueda de la verdad representa la esperanza del pueblo ¡Que Dios nos bendiga a todos... y a mí me guarde de volverme a adormecer! La infanta María Teresa se representa como la única persona realmente despierta en la Corte, la que no se adormece ante las mentiras del Palacio. Es entonces el de Buero Vallejo un drama de la esperanza, que al mostrar la decadencia de una época de crisis moral y política mantiene vivo el deseo de luchar por la justicia del pueblo.   

Referencias Bibliográficas:

-          Aristóteles. (1987). Poética. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.
-          Buero Vallejo (1960). Las Meninas.
-          Del Toro, Fernando. (). Semiótica del teatro.
-          Greimas y Fontanille. (2002). Semiótica de las pasiones. De los estados de cosas a los estados de ánimo. Argentina: Siglo XXI editores.


No hay comentarios:

Publicar un comentario